viernes, 2 de marzo de 2012

ORO REFINADO

A inicios de la presente crisis económica, la gente comenzó a perder confianza en el papel moneda. A medida que el dinero perdía valor, un analista dijo que los del mundo occidental nos veríamos carreteando montones de billetes cuando saliéramos de compra. Por otro lado, el valor del oro va en aumento. En febrero de 2009, una onza de oro valía $1,000. Algunos predicen que aumentará a $5,000 en poco tiempo. ¿Sabía usted que el oro refinado es muy valioso, y que el Señor desea que seamos como el oro refinado? Según las finanzas del Reino, usted es un testigo de Dios perteneciente al sacerdocio real. A medida que se propagan las tinieblas y se multiplica el pecado, Su luz brillará a través de los testigos que han sido refinados por Él. Debemos investigar este proceso del refinamiento. A continuación le presento alguna información que recopilé de www.goldandsilvermines.com: * Dadas sus cualidades especiales, el oro ha sido uno de los materiales más aceptados para intercambio de bienes y servicios. * El oro, en su forma de moneda o lingote, a veces ha tenido un lugar predominante para adquirir cosas de gran valor, pero la plata ha sido el medio más común de pago entre los sistemas de intercambio mundial. * El oro se convirtió en el respaldo para el sistema de papel moneda cuando se extendió su uso durante el siglo 19, y entre la década de 1870 y la Primera Guerra Mundial, el oro fue la base para casi todas las monedas mundiales. * Aunque el rol oficial del oro en el sistema monetario mundial finalizó alrededor de 1970, el metal es todavía altamente valorado como reserva e inversión, y el 45% del oro mundial es conservado por gobiernos y bancos centrales con ese propósito. Por lo tanto, el mundo sin dudas valora en extremo este metal. Recientemente estuve leyendo sobre una conferencia donde los participantes intercambiaron historias sobre el oro. El siguiente relato captó mi atención: “A principios de este año, decidí comprar un medallón de Cristóbal Colón conteniendo la quinta parte de una onza de oro puro. Antes de comprarlo, el vendedor me insistió que no tendría derecho de reembolso si lo quisiera devolver. Compré la moneda por US $100. Cuando me llegó, se veía muy grande y parecía ser un medallón de plata con cubierta de oro. Me sentí muy molesto, ya que el vendedor me dijo que no lo podía devolver, y lo llevé a mi agente para que lo examinara. El agente lo vio y en seguida dijo: “Sí, es un medallón de plata con chapado de oro.” Pero antes de salir de su tienda, le pedí que hiciera la prueba del rayazo para verificar lo que me había dicho. Tomó la moneda y comenzó a rayarla. Luego de 15 segundos, no apareció evidencia de plata, y continuó rayándolo. Luego de 30 segundos, todavía no había señal de plata. Entonces me miró y dijo: “Este medallón es de oro puro 0.9999.” Cuando lo pesó, ¡pesaba una onza completa! Estaba asombrado. Había comprado un medallón de una onza de oro puro por solamente $100, y como el vendedor me había dicho que no lo podía cambiar o devolver…bueno, ¡decidí quedarme con él!” Esa es una historia excepcional, pero podría también tener una correlación espiritual. ¿Cómo Dios comprueba que estamos hechos de oro? La frase “prueba de ácido” realmente proviene de un proceso en que se usa el ácido nítrico para confirmar la presencia de oro en ciertos artículos. La prueba del ácido es usada como medida estándar para el valor genuino. Dios tiene su propia “prueba de ácido” para comprobar si nuestra fe es genuina, así como lo hizo con Job. El Testimonio de Job Me he preguntado cómo yo reaccionaría ante la prueba del “rayazo.” Recuerdo la impresionante declaración de fe del personaje bíblico Job: “…cuando me haya probado, saldré como el oro” (Job 23:10b). Cuando seamos “rayados,” ¿saldremos como el oro? ¿Cómo hubiésemos respondido ante una situación semejante a la de Job? En contraste, justo antes de que Job hiciera esa estelar declaración, Job dijo: “Me adelanto, pero El no está allí; retrocedo, pero no Lo puedo percibir; cuando se manifiesta a la izquierda, no Lo distingo; se vuelve a la derecha, y no Lo veo” (Job 23:8-9). Job no había perdido su contacto con el Señor, pero no comprendía lo que le estaba pasando. Sin embargo, Dios sabía exactamente lo que ocurría: “Pero Él sabe el camino que tomo; cuando me haya probado, saldré como el oro” (énfasis añadido). En su artículo “Cosas Malas no Ocurren” (www.aish.com), el rabino Shaul Rosenblatt escribió sobre la severa prueba de Job. La Biblia nos dice que era un hombre justo e intachable (Job 1:1). “Porque no hay ninguno como él sobre la tierra; es un hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (v. 8). Dios decide poner a prueba la fe de Job, y resulta ser una experiencia traumática. Mueren los hijos de Job y desaparece toda su riqueza. La respuesta de Job es admirable: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El SEÑOR dio y el SEÑOR quitó; bendito sea el nombre del SEÑOR” (v. 21). El rabino Rosenblatt comenta: “Si alguna vez hubo una respuesta noble y encomiable como reacción al sufrimiento, éste de seguro lo fue.” Pero Dios le presiona aún más. Job se ve cubierto de horribles y dolorosas llagas. Cuando su esposa le pregunta cómo puede seguir bendiciendo a Dios, Job le responde de manera firme y confiada: “¿Aceptaremos el bien de Dios pero no aceptaremos el mal?” (2:10). Luego, tres amigos de Job le vienen a visitar. Se sientan con él por siete días sin decir una sola palabra. Luego de eso, el espíritu de Job es quebrantado. Se vuelve angustiado y amargado. Se queja y se lamenta. Grita y maldice el día en que nació: “¿Por qué no morí yo al nacer…?” (3:11). Declara: “No tengo reposo ni estoy tranquilo; no descanso, sino que me viene turbación” (3:26). También añade: “Desprecio mi vida” (9:21). Y continúa la letanía... Según narra el rabino Rosenblatt, él recuerda haber preguntado a su maestro el rabino Noa Weinberg cómo se podían interpretar esas expresiones. “Me respondió que en su opinión, Job ciertamente es un hombre bueno. Es un hombre justo, un hombre que confía en Dios. Pero en resumidas cuentas, no es fácil sufrir. No es fácil perder toda la propiedad sin molestarse, perder los hijos y seguir sonriendo. No es fácil atravesar terrible angustia y seguir bendiciendo a Dios.” Podríamos pensar que lo que le ocurrió a Job fue devastador, robándole de toda esperanza. Pero el rabino Rosenblatt dice que todo está en la manera en que consideramos los eventos. ¿Qué son eventos malos? Él dice que los judíos tienen una definición donde “nada malo ocurre en este mundo.” Ahí yace el secreto de este estudio. Dijo el rabino: “Lo ‘bueno’ es algo que nos capacita a ser más piadoso, y lo ‘malo’ es algo que nos hace menos piadoso.” ¿Reconoce usted algunos eventos en su vida como parte del proceso de refinamiento? ¿Comprende usted lo que quería decir Job con “…cuando me haya probado, saldré como el oro”? Previamente este año, sentimos gran dolor por la cantidad de personas que murieron en los fuegos rampantes de Australia. Se me partía el corazón mientras veía las escenas chamuscadas de mi terruño. Es igualmente desconcertante escuchar historias de personas que lo han perdido todo durante la actual crisis. Vemos muchas personas en la posición de Job alrededor nuestro. Mi esposa y yo hemos experimentado situaciones semejantes a las de Job. Perdimos dos bebés por embarazos malogrados, mi madre falleció mientras yo jugaba golf, y mi padre murió antes de que yo pudiera llegar al hospital. Un primo murió en un accidente de ‘surfing,’ y me llamaron para consolar a la familia. Caminábamos como Abraham, sin saber a dónde íbamos, y aprendimos que la única manera de seguir adelante era por medio de la fe. Aprendimos que cada paso, montaña, valle o prueba, era parte del proceso de refinamiento de Dios…y era “bueno.” La clave es declarar como Job: “¡saldré como el oro!” Las Propiedades del Oro El oro se puede describir como un metal denso, blando y lustroso; el metal más moldeable y dúctil conocido. Considerando dicha descripción, podemos aprender más sobre el proceso del refinamiento de Dios. Denso—Al principio, no comprendía la implicación del término “denso.” Un diccionario dice que significa “ser lento para aprender o comprender,” pero con relación al oro, se refiere a su sustancia. Cuando uno escribe una palabra en negrillas, uno aumenta su espesor. En términos del oro, el espesor es como la densidad. Moldeable—Algunos metales pueden ser moldeables. Algo moldeable es capaz de ser extendido o moldeado al martillarlo o al aplicarle presión. Es capaz de ser alterado, influenciado o controlado por fuerzas externas. Es capaz de atravesar cambios. Un simple gramo de oro puede ser martillado para tomar la forma de una fina lámina de un metro cuadrado (10 pies cuadrados), o una onza puede ser convertida en una fina plancha de 28 metros cuadrados (300 pies cuadrados). Eso me recuerda la manera en que se obtenía el aceite para el candelabro del Templo: tenían que golpear las olivas, porque así el aceite producía más lumbre. La mayoría de nosotros hemos experimentado lo que es ser moldeable, cuando las presiones o pruebas nos hacen sentir aplanados como una rebanada. El oro también puede martillarse tanto que casi se torna transparente y translúcido. El diccionario describe algo transparente como algo claro y libre de falsedades. Cuando una persona es transparente, no esconde nada y carece de engaño. Natanael era ese tipo de persona (Juan 1:47). Dúctil— Conlleva una idea parecida a la de “moldeable,” pero se puede referir a la capacidad de ser estirado al tamaño de un alambre o hilo. Tiene la capacidad de alargarse sin partirse. ¿Se ha sentido usted como que ya no puede estirarse más? Dios a veces nos estira más de lo que creamos poder tolerar, pero nos prepara para lo que nos espera por delante. Jeremías lo dijo así: “Si corriste con los de a pie y te cansaron, ¿cómo, pues, vas a competir con los caballos? Si caes en tierra de paz, ¿cómo te irá en la espesura del Jordán?” (Jer. 12:5). El Proceso del Refinamiento El proceso en que Dios nos hace como oro refinado es verdaderamente asombroso. Invierte de Sí mismo en el proceso. El sitio de Internet “Gold and Silver Mine” [Mina de Oro y Plata] describe el proceso a continuación: “El proceso Miller es rápido y sencillo, pero produce oro con sólo 99.5% de pureza. El proceso Wohlwill aumenta la pureza a casi 99.99% por medio del electrólisis. En dicho proceso, una cantidad de oro impuro líquido es introducido a una solución consistiendo de ácido clorhídrico y cloruro de oro. Al aplicarle cierta cantidad de corriente eléctrica, el oro líquido se porta como un electrodo positivo, o ánodo, y las impurezas sólidas caen al fondo del tanque del electro-refinamiento. El oro entonces se torna en un electrodo negativo, o cátodo, bajo la influencia del campo eléctrico, y retorna a su estado metálico con más alto grado de pureza.” Luego vienen las pruebas: “La prueba del fuego es considerada como el método más confiable para determinar el contenido de oro, plata o metales del grupo platino (excepto osmio y rutenio) en un mineral o concentrado. Este proceso implica derretir una muestra del mineral que contenga oro en barro crisolado con una mezcla de compuestos químicos (como sílice y bórax), óxido de plomo (llamado litargirio) y un agente reductor (frecuentemente harina).” Todo eso es para obtener oro purificado. Si el proceso para purificar el oro material es tan complicado, ¿cuánto más complejo será el proceso de depurar a los miembros del Reino espiritual? Dios alude a ello por medio del profeta Zacarías cuando habla sobre un tiempo muy difícil que sobrevendrá a los creyentes: “Y meteré la tercera parte en el fuego, los refinaré como se refina la plata, y los probaré como se prueba el oro…” (Zac. 13:9). El resto del verso describe el resultado de ese refinamiento: “…Invocarán Mi nombre, y Yo les responderé; diré: ‘Ellos son Mi pueblo,’ y ellos dirán: ‘El SEÑOR es mi Dios.’” Oro Sacerdotal La palabra “oro” aparece como 450 veces en la Biblia. La palabra hebrea (zahav) se encuentra 366 veces, y el término griego (krusos) 31 veces. Oro “refinado” o “puro” tiene su propio término específico (pazaz), y es usado sobre 50 veces en la Tanaj (Antiguo Testamento). El oro es un material muy importante para Dios. Considere la vestidura sagrada del sacerdote, o bigdei kodesh. “Harás vestiduras sagradas para tu hermano Aarón, para gloria y hermosura. Hablarás a todos los hábiles artífices, a quienes Yo he llenado de espíritu de sabiduría, y ellos harán las vestiduras de Aarón para consagrarlo, a fin de que Me sirva como sacerdote. Estas son las vestiduras que harán: un pectoral, un efod, un manto, una túnica tejida a cuadros, una tiara y un cinturón. Harán vestiduras sagradas para tu hermano Aarón y para sus hijos, a fin de que Me sirvan como sacerdotes. Tomarán para ello el oro y la tela azul, púrpura y escarlata, y el lino fino. Harán también el efod de oro, de tela azul, púrpura y escarlata y de lino fino torcido, obra de hábil artífice. Tendrá dos hombreras que se junten a sus dos extremos, para que se pueda unir. El cinto hábilmente tejido que estará sobre él, será de la misma obra, del mismo material: de oro, de tela azul, púrpura y escarlata y de lino fino torcido” (Éx. 28:2-8). La vestidura sagrada es para gloria y hermosura, dignidad y esplendor. ¿No contradice eso la idea de que lo único que vale es la belleza interna? ¿Por qué Dios hace tanto énfasis sobre lo externo? Parece como si el Señor quisiera recalcar el lugar importante del sacerdote. No sólo debería procurar la santidad y pureza personal, sino que también debería evidenciar esa santidad al pueblo. ¿Qué evidenciamos a las personas que nos rodean? ¿Cuán refinados estamos según el carácter de Dios? Oro Celestial Si usted piensa pasar la eternidad en el reino celestial, debe ir acostumbrándose a la idea de vivir en una ciudad de oro (Apoc. 21:18) ¡con calles pavimentadas en oro (v.21)! Pero hay más: “Después de esto miré, y vi una puerta abierta en el cielo. Y la primera voz que yo había oído, como sonido de trompeta que hablaba conmigo, decía: ‘Sube acá y te mostraré las cosas que deben suceder después de éstas.’ Al instante estaba yo en el Espíritu, y vi un trono colocado en el cielo, y a Uno sentado en el trono. El que estaba sentado era de aspecto semejante a una piedra de jaspe y sardio, y alrededor del trono había un arco iris, de aspecto semejante a la esmeralda. Y alrededor del trono había veinticuatro tronos. Y sentados en los tronos, veinticuatro ancianos vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en la cabeza. Del trono salían relámpagos, voces, y truenos. Delante del trono había siete lámparas de fuego ardiendo, que son los siete Espíritus de Dios” (Apoc. 4:1-5). ¡Esa es una escena fabulosa! Los 24 ancianos se sientan alrededor del trono con coronas de oro en la cabeza. Los demás que obtienen coronas de oro han atravesado los fuegos del refinamiento. Pero aguántese en su silla. Escuche esta advertencia: “Vengo pronto. Retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona” (Apoc. 3:11). La corona mencionada aquí no es una diadema como la que usa la realeza, sino un stefanos, la corona de recompensa. Los atletas de las Olimpiadas son premiados con una medalla de oro; la industria cinematográfica entrega una estatua en oro; los ganadores del Premio Nobel también reciben una medalla de oro, pero los vencedores cristianos reciben una corona de oro. El Señor nos declara aquí que viene pronto, y nos exhorta a retener nuestra corona. Cuando atravesamos tiempos de prueba, podrían parecer una eternidad, pero a la luz de la verdadera eternidad, son una mera pizca de tiempo. Venceremos cuando seamos arropados por los poderosos brazos de Dios, y entonces nos acercaremos al estrado del vencedor para recibir nuestras coronas. ¿Para quiénes serán esas coronas? La Corona de Justicia Para los fieles santos del Señor: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman Su venida” (2 Tim. 4:7-8). La Corona de Gloria Para los que pastorean el rebaño del Señor: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, ustedes recibirán la corona inmarcesible de gloria” (1 Ped. 5:4). La Corona Incorruptible Para los que perseveran en la carrera hasta alcanzar la meta: “¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corran de tal modo que ganen. Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Por tanto, yo de esta manera corro, no como sin tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al aire, sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado” (1 Cor. 9:24-27). La Corona de Vida Para los que soportan la tribulación y prisión: “No temas lo que estás por sufrir. Yo te digo que el diablo echará a algunos de ustedes en la cárcel para que sean probados, y tendrán tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la corona de la vida” (Apoc. 2:10). La Corona de Gozo Para los que se gozan con sus hermanos: “Así que, hermanos míos, amados y añorados, gozo y corona mía, estén así firmes en el Señor, amados” (Fil. 4:1). ¿Puede usted imaginar ese momento? ¿Tomará posesión de su corona? Cuando Juan llegó al cielo, no vio santo allí sin su corona. En este enero leí acerca de una nueva fiebre de oro en Estados Unidos. La gente en el estado de Idaho comenzó a intercambiar sus ahorros e inversiones por oro. Paul Balochi, un analista financiero, dijo: “El oro siempre ha tenido la imagen de ser la mejor forma de moneda.” Mucha gente actualmente corre para invertir su dinero en oro. Los creyentes representamos ese valor del oro. Nuestro oro refinado es la esperanza del mundo. “Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que Lo aman” (Sant. 1:12). Si usted siente que atraviesa el proceso de refinamiento, continúe amando a Dios y confiando en Él. Ponga su presente y su porvenir en las manos del Señor. “Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Fil. 1:6).